La incontinencia urinaria (IU) es una condición que afecta a millones de personas, pero a menudo permanece en la sombra debido al estigma y la falta de visibilidad, esta condición, que impacta significativamente la calidad de vida de las personas, a menudo se vive en silencio y vergüenza, lo que lleva a una subestimación de su verdadera prevalencia en el país.
La incontinencia urinaria es la fuga involuntaria de orina, es decir, falta de control sobre su vejiga. Desde pequeños escapes, en forma de pequeñas gotas, que mojan su ropa interior, hasta niveles más intensos.
Según los médicos, existen básicamente tres niveles de incontinencia:
Ligero: escapes ocasionales en pequeña cantidad
Moderado: la pérdida de orina ocurre en mayor cantidad y con mayor frecuencia. Quien posee ese nivel de incontinencia, probablemente ya utiliza algún tipo de solución para barrar la molestia.
Intensa: escapes frecuentes y en gran cantidad, capaces de generar fugas. Las situaciones de gran vergüenza hacen que la persona acabe perdiendo su vida social.
A grandes rasgos, la vejiga funciona como una bomba hidráulica que la musculatura pélvica controla. La incontinencia se produce cuando los mecanismos de apertura de esa bomba se deterioran, desciende el nivel de sujeción de la vejiga y, ante cualquier aumento de presión (reír, toser, coger algún peso, levantarse de la silla) el esfínter se contrae y la orina se escapa.
La obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo, la diabetes, los desórdenes del sueño, el asma o la hipertensión son algunos de los factores de riesgo que pueden desencadenar una incontinencia urinaria.
A pesar de lo común que es la incontinencia, muchas personas creen erróneamente que no tiene solución. “La realidad es que existen diversas opciones de tratamiento que pueden mejorar significativamente los síntomas e incluso resolverlos. Ejercicios del suelo pélvico, como los de Kegel, han demostrado reducir los episodios de incontinencia hasta en un 65%